Mexico es una suerte de Prometeo atado al peñasco de los dogmas revolucionarios que, lejos de hacer progresar al país, lo han frenado miserablemente y nos hemos resignado a ver cómo el mundo se desarrolla y come de nuestras entrañas sin que podamos liberarnos.
Los activos energéticos del país son tan vastos, que la manutención gubernamental resulta insuficiente para los retos de inversión en el sector; ya Lázaro Cárdenas lo había previsto y consideró la participación de particulares en la industria petrolera -más no en el petróleo-
Pero los políticos de la generación estatista -entre ellos López Obrador- vieron bien la posibilidad de engordar sus bolsillos con la "genial idea" de hacer la ecuación energéticos es igual a soberanía; lo cierto es que en una industria que se supone es de todos los mexicanos, sus dueños nunca han visto una utilidad y sí como sus directores, secretarios, líderes sindicales y gobernantes se enriquecieron a nuestras costillas transfiriendo la riqueza de abajo hacia arriba.
La reforma de Calderón no es buena, y no por referirnos a ese falso patrioterismo que defiende el botín nacional, sino porque está muy chata al no profundizarla y hacer de todos los activos energéticos una reserva para el futuro; falta despetrolizar la economía y propiciar las ventajas productivas de la población; no se invierte en tecnología para el desarrollo de energías alternativas; no se abre el sector energético a la competencia internacional; y sobre todo no se pone un alto definitivo a la voracidad de los líderes sindicales del sector.
En ese sentido, la propuesta lopezobradorista en sus tesis rumbo a la elección de 2006, resulta más privatizadora que la tibia iniciativa del Gobierno.
Sucede que la defensa anacrónica de la soberanía sustentada en los energéticos es un discurso complaciente para los "ordeñadores" del país y útil para hacer crecer la clientela política entre una población pauperizada y carente de cultura ciudadana que como siempre, espera los perversos paliativos que se dan en tiempos electorales.
No necesitamos de los energéticos para mantener soberanía, de hecho la autoridad suprema del Estado Mexicano reside en otra parte y nadie se rasga las vestiduras por la deficiente educación y la penetración de la delincuencia en las obligaciones principales de un gobierno; seguridad e infraestructura.
¡Liberémos al Prometeo mexicano!
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