viernes, 23 de octubre de 2009

¡Otra vez la burra al trigo!


Bien dice la frase de Marco Tulio Cicerón de hombres es equivocarse; de locos persistir en el error y es que esos y otros calificativos más duros se merecen los diputados de la flamante LXI legislatura porque literalmente están viendo el temblor y no se hincan.

Hace falta estar loco para pretender incrementar los impuestos en un entorno recesivo, hace falta ser estúpido para subir arbitrariamente la estimación del precio del barril de petróleo para el año 2010 a sabiendas de que ya no hay y no puede seguir siendo la fuente de financiamiento público, hace falta ser retrasado mental para aumentar el déficit cuando ya se tienen muchos compromisos nacionales e internacionales.

En fin que hace falta ser una runfla de imbéciles pusilánimes para no querer entender que el financiamiento para el desarrollo debe descansar en las contribuciones de todos los mexicanos y no en aumentar la carga al 40% que sostiene al país con sus impuestos pero, ah como se le tiene pavor a tocar siquiera con el pétalo de una rosa a los pobres, como si fueran reliquia sagrada.

Y es que los tan llevados y traídos pobres se han convertido en el lastre que impide a México levantar el vuelo, no por su estado de precariedad ni por su condición de desigualdad, sino porque a la clase política le conviene que existan pobres para justificar su discurso populista y mediocre.

¡Malditos pobres, urge exterminarlos!, no como frase de reivindicación clasista, sino como una exigencia a toda la sociedad mexicana para desterrar la indignante pobreza que sí se puede pero que no se quiere o no conviene combatir; ya estuvo bueno de que les demos limosnas en la calle o a través de programas gubernamentales asistencialistas que sólo los mantienen vivos pero no los sacan de pobres.

Se recita hasta el cansancio que cobrarle IVA a los pobres es un atentado a su economía, pero esa es retórica barata que pretende acarrear el aplauso fácil y los votos de los ignorantes, la verdad es que si no hacemos responsables al 60% de los mexicanos que no pagan impuestos estaremos fundando una nación de irresponsables que no tienen ningún aprecio por su país pero que esperan que su gobierno los mantenga. Que decadente panorama.

Siendo México una de las primeras quince economías del mundo, no se puede entender que la riqueza esté tan mal distribuida y sea uno de los países más desiguales del orbe, pero todo ello por ese afán de preservar los cotos de poder de unos cuantos malandrines que se enriquecen a costa de la pobreza de la gente. Parafraseando a Álvaro Vargas Llosa: la transferencia de la riqueza de los pobres a los ricos.

Desde mi muy particular opinión y en un ejercicio si se quiere reduccionista y simplón, con que tan sólo el gobierno cobrara un único impuesto por toda actividad económica y al consumo del 13%, se podría recaudar un porcentaje tan alto del PIB nacional que alcanzaría perfectamente para tapar el “boquete presupuestal”, todo el gasto corriente y sobraría una buena cantidad de recursos para financiar el desarrollo.

Lo anterior quizá suene muy poco ortodoxo y hasta exagerado pero esas y otras más ácidas acusaciones recibió, por parte de muchos economistas, el Premier Estonio Mart Laar, quien en 1994 introdujo el modelo fiscal denominado Flat Tax y en tan sólo diez años cambió las cifras de una inflación del 1000% a una del 2.5%; y una tasa de crecimiento del PIB de -30% a 7% anual.

Recudir los impuestos sí es popular pero además estimula la recaudación y la inversión, se amplia la base tributaria y al cerrar el paso a las exenciones exorciza la evasión y los cambios de régimen fiscal y al tener una tasa tan baja se fomenta la contratación hasta de mano de obra no calificada.

Estas medidas sí son de combate efectivo a la pobreza y detonan el crecimiento económico del país pero, ¿Qué pasaría si se acaba la pobreza en México?:

* Se le acabarían los pretextos al poder público para justificar programas ineficientes y en consecuencia se vería obligado a reducir considerablemente el tamaño del gobierno con lo que se acabarían los incentivos que un candidato presidencial podría ofrecer a cambio de apoyos políticos y votos.

* Los políticos se quedarían sin ideas engañabobos para mantener cautivos los votos de los pobres.

* Todo el aparato gubernamental se tendría que poner a trabajar de verdad en vez de hacerse tontos con presuntas teorías e ideologías maniqueas para hacer creer a la población que son indispensables para el futuro de la patria.

* Se acabarían los parásitos de la vida pública.

Pero precisamente por todos los perjuicios que acarrea a la clase política una reforma hacendaria profunda y con la mira puesta en el crecimiento de México y de los mexicanos es que no se hace lo correcto.

Aquí es donde los mexicanos tenemos la culpa, porque no nos hacemos responsables de los errores que cometemos como ciudadanos al elegir malos representantes y por lo obtusos que somos para seguirnos tragando el anzuelo discursivo de las limosnas oficiales a los pobres. No olvidemos que no se trata de atender a la pobreza, sino de crear riqueza para todos.

Los políticos en México ya son manzanas podridas y seguirán apostando siempre por los remiendos a un traje sucio y maltrecho para no perder el poco poder que tienen enfundados en él, siempre poniendo de pretexto el falso discurso de los pobres sin darse cuenta que a este país le quedan menos de diez años de vida si lo llevan por esa ruta.

Lo más grave es que ya se hayan dado cuenta y prefieran enriquecerse a costa de nosotros unos cuantos años más para que, justamente a un instante de que se incendie el país, huyan a otra parte con todo lo que le pudieron sangrar a la patria, aunque después nuestro México se ahogue en su inmundicia y termine desangrándose para ser la Ruanda, el Congo o la Angola del continente americano.

¿Nos lo merecemos?