lunes, 3 de agosto de 2009

La nueva cargada priísta


Si hay algo que en verdad pueda asustar a los padres es que un hijo se enferme y es aterrorizante cuando los médicos hacen un mal diagnóstico y, en consecuencia, un tratamiento equivocado que pone en riesgo la vida del descendiente.

Dicen los galenos de los tiempos pasados que la clínica lo es todo; una buena interpretación de los síntomas en una exploración física arrojará un diagnóstico preciso, porque si sólo recurrimos a la alta tecnología corremos el riesgo de obtener interpretaciones erróneas si los aparatos no están bien calibrados.

Así ha ocurrido en la sociedad mexicana que ha entrado en el juego psicológico de la elección del 5 de julio y se podría creer que el PRI volvió con poder avasallante en un proceso que en la realidad no lo es tanto, como se ha hecho ver en los pronunciamientos sin que hasta el momento se haya referido a las cifras oficiales.

Si bien es cierto que el PRI obtuvo un mayor número de posiciones en el pasado proceso electoral esto tiene dos causas fundamentales a saber; primeramente se trata de una elección intermedia en la que la baja participación de los ciudadanos fortalece al priísmo por ser el partido con más votos duros en el país; enseguida porque hay una verdadera decepción de la democracia porque entendimos mal la promesa y la interpretamos como camino de bienestar y no como medio para alcanzar las libertades ciudadanas, sin que ningún partido político se haya tomado la molestia de emprender una estrategia de comunicación para aclarar la confusión.

En vista de lo anterior resultaba lógico que el PAN y el PRD disminuyeran en las preferencias electorales, pero ello no significa que haya sido un desplome porque para el PAN, en las elecciones intermedias de 2003, obtuvo casi el mismo número de diputados que en el proceso del pasado 5 de julio, y veinte más que en la intermedia de 1997 en que el PAN se convirtió en tercera fuerza política; de hecho la legislatura saliente tuvo menos diputados que la del año 2000, de tal suerte que los números no son tan alarmantes; es más la elección arrojó que tanto el PRI como el PAN rondaron su votación dura.

Al PAN ya se le vaticinaba una pérdida del 40% de su representatividad nacional desde enero de 2009, por lo que su baja en las preferencias no es noticia, lo que hizo visible la caída electoral del PAN a los ojos de la nación no fue la elección federal, sino los resultados electorales en las gubernaturas que hicieron ver a un partido disminuido, sin liderazgo, dividido y entrampado en luchas de poder entre la militancia y la dirigencia.

En efecto, la participación de candidatos provenientes del centro, sin arraigo en la población de cada estado, perfiló la derrota del PAN en Colima, Nuevo León, San Luís Potosí y Querétaro; muy similar fue el apoyo del centro en la elección de Campeche; en Sonora tampoco ganó el PAN, fue derrotado el PRI por el voto de castigo como consecuencia de la indolencia del gobierno local por dar respuesta oportuna a las demandas de justicia por el incendio de la guardería ABC de Hermosillo y el rebote le favoreció a Guillermo Padrés, pero eso no significa que el PAN haya ganado el bastión histórico del PRI por una excelente campaña, sino por el perverso efecto de una tragedia.

Si fuera cierto el rumor de que las candidaturas a gobernador fueron impuestas desde Los Pinos, se comprenden entonces los motivos por los que Germán Martínez haya presentado su renuncia, por hacer fracasar los planes calderonistas de ganar los gobiernos sin perder al partido, y ahora se darán a la tarea de conservar los despojos del PAN para que no se los vaya a quedar alguien que no es de su grupo.

Lo cierto es que esa serie de actos de artificio dejan, en la opinión pública, la impresión de que el PAN se sabe derrotado por el PRI y si esa es la idea que se posiciona en el imaginario colectivo, la población se va a creer que en verdad el PRI ha vuelto por sus fueros y creará lo que en otros tiempos se llamaba “la cargada”

Por lo que toca al PRD, recordemos que desde marzo de 2008 se encuentra fragmentado y confrontado en una trágica historia que solamente afecta a la izquierda, en todas las variantes que pueda tener, porque se pasó de la impresión, a la certeza absoluta de ser un partido de rijosos a los que sólo les interesa el poder y los dineros que se pueden hacer desde él.

A diferencia del PRI y del PAN, el PRD sí experimentó una reducción de su votación dura de hasta el 20% y eso sí es una tragedia, porque el que un millón de los votantes fieles del perredismo no haya votado por su partido o haya preferido desperdiciar su voto, revela el grado de descomposición de la izquierda mexicana.

En efecto, la izquierda en México ya no es opción de gobierno, ni alternativa política, pero aún más grave resulta que ahora se presente a la nación como una secta política conservadora, antidemocrática, excluyente, reaccionaria y dogmática bajo un discurso que pregona exactamente lo contrario.

La caída del PRD tiene dos responsables directos; Andrés Manuel López Obrador y Jesús Ortega, pero en ellos pesa más la soberbia que la humildad pues el interés de conservar los privilegios políticos de que gozan, por muy pequeños que sean, puede más que un verdadero proyecto democrático que favorezca a la sociedad y a quienes creen legítimamente que un proyecto de justicia social pueda reducir la desigualdad en nuestro país.

López Obrador tiene que entender que se ha terminado su carrera política y que salir a los reflectores tiende más a restar que a sumar, pero como tiene espíritu de dictador autoritario, lo único que se puede esperar es que la izquierda mexicana se siga destruyendo.

Como sea, siempre serán mejores las inconsistencias del panismo o las locuras del perredismo que volver al priato, y aquí sí la sociedad mexicana se podría traicionar a sí misma si cree que con la vuelta del PRI al poder, México alcanzará el tan anhelado progreso.

El problema está en los sutiles eslabones que unen la cadena política que perfila a Enrique Peña Nieto y al PRI a la presidencia en el 2012, porque es bien sabido que el operador del mexiquense se llama Carlos Salinas de Gortari, quien está reagrupando a lo peor del priísmo sucio para reposicionarse.

Pero la mala noticia es que los eslabones conectan a esa estrategia con personalidades de otros partidos que, en otras ocasiones, ya pactaron con el salinato o pertenecieron a él como Álvaro Arceo, Arturo Nuñez, Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Genaro Borrego, Diodoro Carrasco, Luís Héctor Álvarez y el propio Felipe Calderón.

Derivado de este dato podría inferirse un panorama favorable al PRI en las elecciones de 2012 donde los principales actores políticos orbitan alrededor del salinismo y con un escenario en que el PAN está dividido y sin una figura prominente que pueda asumir la candidatura presidencial, y un PRD desgastado con candidatos sobreexpuestos y mal percibidos por la opinión pública.

El veneno del PRI es la votación masiva de electores y para 2012 habrá mayor participación electoral, pero si los votantes perciben que es inevitable el triunfo del PRI por el efecto psicológico de la elección de 2009, sumado a partidos débiles y a una clase política que apoyaría al delfín de Carlos Salinas, entonces México habría experimentado el retroceso social más grande de su historia.

Insistimos, el progreso de México no depende de sus gobernantes, sino de la acción civil de los ciudadanos y su activa participación en la vida pública; ya lo preguntó Pedro Ferriz en julio del año 2000; “México ya cambió, y usted ciudadano, ¿Ya cambio?” qué estamos esperando.